
Tomás Paredes – Presidente de honor de AICA Spain / AECA

Hay una evidencia: el interés que despierta ARCO en Madrid para un amplio número de generaciones. A pesar de que algunos galeristas se quejen, es una bendición ver los pasillos de ARCO repletos de visitantes de todas las edades. En otras ferias, como la tan cacareada Fiac, no se ve tantas personas jóvenes como en ARCO, ni tanta alegría. Es verdad que, muchos, ajenos al arte, van a que los vean, pero esa mezcla de cultura y espectáculo, de arte y frivolidad en una feria comercial no es negativa, no sobra.
El ARCO 40+1 exhibía mucha pintura, más que nunca, y menos cachivaches e instalaciones gratuitas: no hubo plátano, si un manojo de brécol. Escasa fotografía y poco video, casi nada de NFT, lo que para unos significa que la feria se ha hecho más conservadora, en tanto que para otros es un respiro y un descanso no estar haciendo el juego a los nuevos piratas. Aún sobran foros inanes y presentaciones regionales, diputaciones y demás ralea.
Maribel López, directora de ARCO, está logrando darle una personalidad que no tenía. En los años de abundancia todo valía, nada se cuestionaba, pero en los de escasez hay que afinar y Maribel López pienso que está, con mano de seda, propiciando un cambio y un rumbo. Más importancia a las galerías. Y eso hay que ponerlo en su haber.
¿Dónde está el realismo en ARCO? No sé ve por rincón alguno. Puede que la decisión sea de las galerías y que la dirección no tenga nada que ver, pero es un fenómeno extraño. Si España tiene un reclamo y artistas que triunfan fuera, eso es territorio del realismo. Este año, ni Antonio López estaba en Marlborough, o al menos no lo vi, y un solo Claudio Bravo. Dos obras en Leandro Navarro y pare usted de contar. ¿Cómo no tienen cabida en ARCO las pinturas de Eduardo Naranjo, Toral, Eloy Morales, Jordi Alamá, Quintero, Moreno Meyerhoff, Tardez, Pedro Campos o Consuelo Hernández?

Se dice que, en épocas de crisis, aflora la pintura. ¡Mientras sea buena, nada que objetar! Este año había menos quincalleros, poca escultura de entidad y algunos bibelots, todavía muchas ocurrencias, lo que es explicable en aras de la libertad. También, menos oportunistas de referencias políticas: Sierra pierde fuelle. La peruana Winnye Minerva ha eclipsado a Merino & Cía. La pieza de Jorge Galindo en Helga de Alvear es preocupante. Y mucha obra media, es posible que fuere más fácil señalar los horrores, que las piezas deslumbrantes. Menos galerías importantes extranjeras, ¡atención!, y algunos espacios conejeras.
Y un apunte para la dirección o el Comité de expertos o a quién corresponda, no es razonable que en una feria como ARCO se cuelguen tantas piezas equívocas, no se puede hablar de plagio, pero si de homenajes excesivos y traidores. A Hernández Pijuán lo fusilan sin miramiento y sin control. Lo mismo a Saura, Chillida, Klein. Hay un gran formato que es un Clavé mal hecho y como disimulando. Una obra que parece de Penck y ves que de es de un portugués. Otro portugués que se “inspira” en Chillida. Una galería francesa llena de españoladas, en fin, no hablo de censura, sí de ética y estética.
Lo cierto es que, cada vez más, todo se parece a todo, pero hay que tener algún pudor, un miramiento, no con los que no saben, sino con nosotros mismos. El negocio no debe amparar la falta de sensibilidad, la ausencia de elegancia, el abarrotamiento de los stands, la chabacanería. Cuando un espectador lleva una hora en ARCO, entre la acumulación de obras y el trasiego de los visitantes, no ve nada.
Los Premio de AECA en ARCO, en esta edición ha ido a parar a manos de La Galería Max Estrella, como espacio destacado; a la artista Diana Fonseca, como mejor artista internacional, y a Pamen Pereira, como artista española distinguida, con unas piezas muy imaginativas, pequeñas pero grandes, de un impresionante impacto poético.
Y yendo a lo concreto, mucho que destacar: la galería Poggi de París, con un stand limpio y un homenaje a Vera Pagava, con obras deliciosas, de una pureza inocente. Mayoral con una exhibición de poderío de los miembros de El Paso y Tápies. Elvira González, Parra & Romero, José de la Mano con el proyecto serio y contundente de Inés Medina; la mallorquina L21, Ponce+Robles oferta espléndida y con cuatro piezas de Jose Castiella, soberbias, ¡atención a este nombre y este lenguaje!
¡Qué Miró sea la estrella de la feria, no sé si es bueno o malo, pero me entusiasma! Y coincide con el precio más elevado, pero el valor es infinitamente mayor. Joan Miro es un poeta, lo confirman sus títulos, su pureza, las alas que es capaz de poner al arte para que soñemos. Le reveil de Madame Bou-Bou à l’aube, 1930-60, ubicada en Lelong, era la pieza más cara de ARCO, 2.800.000 eu. Pero es que Vol d’oiseaux entourant le jaune d’un eclair, 1973, en Leandro Navarro, era la segunda obra más cara, 2.000.000 de eu.
Los grabados de la poeta Etel Adnan, la recuperación de Marta Palau, las pinturas de Mick Dawes, una obra de arte mayor de Giorgio Griffa en Kewenig, las piezas de Simon Callery en Rafael Pérez Hernando y Annex 14 de Zurich, la pintura del joven Vicente Matte en Patricia Ready de Chile son focos que iluminan un conjunto como el expuesto en ARCO, nombres que dan solidez y confianza a una propuesta expositiva.

¡Cómo no va a haber obras de interés entre tantas galerías! Recuerden estos nombres, tiene trabajos con impronta propia: Mar Arza, Cristina Mejías, Teresa Sola, Javier Palacios, Liliana Porter en Espacio Mínimo, Luis Vassallo, Alex Marco, Ugo Mulas. El stand de Marc Domènech es un lujo, con firmas nacionales e internacionales y obras de raigambre vanguardista como Michaux. El último Rafael Canogar en Álvaro Alcázar.
Arco no se parece a otras ferias, quizá más pomposas o con más nombre, pero lo bueno es que siempre se parezca a ella misma, como sucede en esta edición. Y lo mejor, que se vayan eliminando ciertos tics y corrigiendo algunas costumbres, que se pueden convertir en vicios. ARCO, para crecer, para multiplicarse tiene que mostrar un sello propio. Hay galerías extranjeras que desconocen al país al que vienen y eso caricaturiza sus propuestas ¡Y, sobre todo, que los contenidos no sean equívocos! En arte no cabe la obviedad. Para el poeta Yorgos Seferis: “el don que tiene el arte es el de conducirnos hasta un punto en donde ya nada sabemos”. ¡Saber es fundamental, sentir es determinante!