Cristóbal Ruiz, su obra y su tiempo (1881-1962). Miguel Viribay Abad

Tomás Paredes – Miembro de AICA Spain / AECA

Miguel Viribay Abad, ilustre pintor y académico, miembro de AECA, acaba de leer su discurso de recepción de Consejero de Número del Instituto de Estudios Giennenses, con el título que se indica ut supra, contestado por el Consejero Director del mencionado ateneo, Pedro Galera Andreu. 

Miguel Viribay Abad se ha construido una brillante personalidad en el mundo del arte, que se bifurca en la teoría y la práctica. Como teórico, aborda varios caminos, todos ellos surcados con esplendidez, como es la escritura de libros, el ejercicio de la crítica de arte en diarios y revistas y la docencia. La práctica la desarrolla en su labor de pintor, reconocido, expuesto y valorado, no sólo en el ámbito andaluz, sino más allá. Todo ello le ha proporcionado distintos galardones y puestos de relieve formando parte de institutos culturales como el de Estudios Giennenses, Real Academia de Bellas Artes Nuestra Señora de las Angustias de Granada y Asociación Española de Críticos de Arte.

Ha escrito miles de artículos de crítica, catálogos, libros sobre Zabaleta, Manuel Ángeles Ortiz, Cristóbal Ruiz, Fabián de Castro… Jurado de los premios más prestigiosos. Catedrático, polemista avezado, y un apasionado del arte en todos sus ostugos. Su pintura cuando une olivar, paisaje, tradición y máscara, resulta asombrosa, genuina y mágica.

Aunque es numerario desde hace cuatro lustros, sólo ahora ha leído el preceptivo discurso de recepción, sobre la obra y el tiempo de Cristóbal Ruiz, cono dice su rubro, el azoriniano pintor jaení, nacido en Villacarrillo.El discurso es una joya, más por su contenido, que por sus querencias tipográficas. El análisis exhaustivo de la vida del pintor, la descripción de las diversas escenas socioculturales en las que vivió y el análisis riguroso de la obra, lo convierten en una obra definitiva en torno a Cristóbal Ruiz.

Un libro es importante por los saberes que atesora y por cómo están expresados esos conocimientos. Ahí radica su dimensión: en enseñar deleitando, algo que adoro, que me esfuerzo en practicar e intento conseguir. Datos, sugerencias, conclusiones alcanzan una claridad meridiana y un exquisito grado de belleza. Cristóbal Ruiz (Villacarrillo 1881- México1962) pintaba con seda y sensibilidad, mojaba el pincel en la magia del misterio y su alma tendía hacia él, como quería el poeta al que retrató con reiteración: Antonio Machado. La esencialidad, la sencillez, la humildad franciscana laica, la hermosura de la bondad, son elementos que coinciden en el icono de este artista del exilio y la España peregrina, de estética del veintisiete y talante institucionista.

Valgan estas líneas para anunciar el acto y difundir este discurso-libro: “Cristóbal Ruiz: su obra y su tiempo (1881-1962)”, IEG, Jaén 2012, que es un gozo y un descubrimiento del que los amantes del arte no se deberían privar. Libro denso, diáfano, decidido, subjetivo, esplendido, en el que el autor se orienta por su amor a la pintura. Viribay,en este lúcido ensayo, hace verídica aquella enseñanza de Maurice Maeterlink:“No hay vidas pequeñas: cuando las miramos de cerca, toda vida es grande”.