LOS SUEÑOS DE OTSKI

Tomás Paredes – AICA Spain / AECA

Cada vida se ilumina con el halo de su misterio. Cada arcano se desnuda en la estética que expresa. Otski –así me suena– es como los japoneses pronuncian el nombre de Yurihito Otsuki: un sueño en diálogo permanente con otros sueños. Se diría que, para avanzar, el Sr. Otski mira hacia atrás, porque sus huellas nos retrotraen al simbolismo. Más que pintura nos lega las huellas de un estado de ánimo.

Joven cisne perdido, Acrílico/lienzo, 92×73.
Un sueño en otro sueño. Acrílico/lienzo, 100×80.

En este icono, nada es gratuito, ni fortuito. El Sr. Otski se enredó, desde muy joven, con la poesía y la danza, con el color y la luz, con el silencio y el misterio, y bailó tango, muy apretado, con el Sr. Ooka, con Takiguchi Shuzo, con Kusano. Se transformó en un sueño que galopa, cual unicornio solitario, a lomos de otros sueños, mientras entona oníricas canciones entre ojos observadores, relojes con horas siderales, pájaros de fuego y almas tatuadas de pólvora y violetas.

En estos poemas plásticos –visiones irónicas y purísimas, órficas y fidas–  comparecen Poe, Kafka, Gide, Maeterlinck, intentando acompasar melancolía y meguez, símbolos sonámbulos, misticismo y hedonismo, ahormando un palimpsesto para que Cavafis pergeñe la cima de la belleza decadente.

Fragmentos y escolios, imágenes y apariciones de una historia que Otski cuenta a Baudelaire, con fondo de música de Debussy. Arde el romanticismo en la pira azul del mar, donde se deslizan cisnes y princesas, musas y alucinaciones; crepitan los sentimientos y su perfume a sándalo nos permite descubrir el alma profunda de los sentidos; destellos aleatorios de mágicas armonías que solo sabe ver el sueño de la vida, en una apoteosis de pudor y de pureza.

Al ponerse el sol, suenan notas quejumbrosas de un koto, lamentos lapislázulis, que componen un paisaje enigmático, en el que las hadas emiten señales cromáticas de la fusión de oriente y occidente. Se percibe la cadencia del deseo cabe el esplendor de la esperanza.

Sueña el Sr. Otski –hijo del monte Fuji incrustado en la severa armonía escurialense– y con la fiesta de su imaginación nos hace vivir aventuras que nos conmueven o seducen, gracias a la sensación emotiva que generan. Todo esto que imbrica con solercia nos lleva a los nabís, al art nouveau y al surrealismo, tomas de conciencia que tanto tienen que ver con la efervescencia de su sensibilidad, más auténtica cuanto más se acerca a sus demonios: el dolor y la gloria.

  (YURIHITO OTSUKI inaugura exposición el 12 de mayo en el CAM de la calle Galileo, 50, Madrid).

 Joven Kafka y su musa en Praga, acrílico/lienzo, 100×81.