Encuentro en la arena. Pablo Picasso-Jorge Rando

Carmen Pallarés – AICA Spain / AECA

Habitualmente, al término encuentro solemos unir de manera inmediata la palabra acuerdo. Damos por sentado que en un encuentro ha de producirse una coincidencia de ideas, intereses, experiencias, hechos y resoluciones. En ocasiones, tal cosa es una realidad y, en otras, sencillamente, es una aspiración, y más, más de una vez planeamos un encuentro para verificar diferencias y disparidades. ¿Y no resulta entonces el encuentro tan constructivo y aleccionador como la constatación y la vivencia de la coincidencia? Creo que sí, ya que el encuentro, entonces, se torna sencilla y claramente una oportunidad, una ocasión de hallazgo y de descubrimiento, y un ejercicio bien pertinente de la libertad. 

La exposición en Málaga Encuentro en la arena, Pablo Picasso-Jorge Rando,propuesta por el Museo Casa Natal del primero dentro de la celebración internacional del cincuenta aniversario del fallecimiento de Picasso, y montada y exhibida en el Museo del segundo, es una muestra excepcional de arte enlazado por los contrastes y las divergencias entre las obras seleccionadas de ambos artistas. No por la temática, que es la misma, la tauromaquia, sino por su reflejo en lo exhibido. Se trata, como dice en su texto de catálogo López Vega, de un diálogo en un sutil encuentro. En efecto, ya que el tema -el qué- es el mismo, y la forma y manera de vivirlo y crearlo -el cómo- nos muestra que se trata de uno de los encuentros resueltos con felices diferencias. Diferencias creadoras que resultan enormemente enriquecedoras para los miradores de cuadros.

Esta muestra tiene un montaje espléndido debido a los responsables del museo que la acoge, con una acertadísima y a veces atrevida disposición, tanto en el espacio que muestra las obras de Picasso como en el destinado a las de Rando. El contenido, en cuanto a Picasso, son grabados, fechados entre 1929 y 1960, y en el caso de Rando, son dibujos, realizados en la década de los años setenta. Las obras del primero abarcan buena parte de las técnicas fundamentales del grabado, asistidas y completadas por estupendas combinaciones de las mismas, y así vemos por ejemplo aguadas sobre lápiz graso, aguada, gouache y pluma sobre papel litográfico transferido sobre piedra, linóleo trabajado a la gubia y lápiz litográfico y aguada sobre planchas metálicas. Las obras del segundo son dibujos sobre papel, teniendo como materia esencial la tinta, ocasionalmente, combinada con la acuarela. Personalmente, he contemplado la exposición como una espléndida oportunidad para disfrutar de la identificación de diferencias. 

En buena parte de sus Tauromaquias, Picasso es un espectador privilegiado que con generosidad emocionante nos presta su mirada, y asistimos así a las corridas a través de sus ojos y su arte. Pero esto no sucede en las obras expuestas en esta ocasión, salvo en dos: una litografía fascinante fechada en 1949 en la que nos presenta distintos lances y escenas taurinas -y que acoge también un paisaje y un texto en francés- y un linograbado de 1959, obra en cuya intención, en cuya expresión y en cuya técnica, transmite el artista magistralmente la rigurosa autoridad de un estatismo monumental mediante la representación de un picador situado ya en el ruedo más en la vecindad de la barrera. En la litografía de la que hablo en primer lugar, todo es sucesión y movimiento, en el linograbado, por el contrario, podemos contemplar la gran ausencia de toda sucesión y movimiento. A Rando, la verdad,no le importamos, y nada de prestarnos su mirada, está en la arena solo, solamente con el toro, el torero y con su danza, no asistimos con él a su experiencia, y en la selección de obras presentadas aquí, no cede en caso alguno a la ausencia de la viva impresión del movimiento, sus líneas y sus manchas, podríamos decir, casi alardean de una fluidez que no se acaba, enamoradas del descubrimiento de la movilidad en toda instancia y en todo momento en los que la mano del artista capta motivos en el tema, lances, vuelos de capa, cercanías, fusiones y distancias, conjuntos y detalles que se animan ocasionalmente a colaborar con figuraciones más precisas y otras, tantas, muchas, que juegan con ventaja y se dedican incansablemente a diluir y a rechazar la fijación de las figuraciones. En ningún momento se presenta y nos presenta la prestancia de la inmovilidad. 

Intencionalmente, Rando, con palabras de López Vega, buscaba el nervio medular de la Fiesta, no como espectador, sino como expresión. Y según Montañez Arroyo, se ocupa del hecho taurino con viveza, pero sin entrar en profundidad en el drama. Picasso, junto con su atención a la médula, a la esencia, se nos revela en sus obras sobre el tema tan ocupado en lo celebrador y festivo como en la constatación dramática del riesgo y el peligro. Biográficamente, las obras tauromáquicas de Rando surgieron de la única ocasión en la que él asistió a una corrida, que fue en Ronda al filo de sus treinta años. Picasso era muy joven cuando acudió a la primera corrida y no dejó de asistir a ellas hasta poco antes de su fallecimiento. Rando ha dedicado atención al tema una sola vez, tras la experiencia citada, y dice: De aquella tarde en el coso de Ronda me quedaron mis sensaciones, que fueron muchas…y que trasladé a mi cuaderno de apuntes. Realicé más de cien obras entre óleos, acuarelas y dibujos; en estos últimos me extendí porque la espontaneidad del dibujo me proporcionaba por su inmediatez estar cerca de la esencia de la creación que era lo que yo buscaba en aquellos años jóvenes… Picasso no cesó de crear obras de este tema a lo largo de toda su carrera, forman parte de todas sus etapas y estilos creadores, y utilizó cuanta técnica y procedimiento quiso, pudo y supo, que como bien sabemos fueron muchos. Y como dice Helen Parmelin, citada en su texto de catálogo por la directora del Museum (…) hay tantos toros de Picasso, toros en su vida, en su obra, en su cabeza, como para llenar diez mil praderas… Y de toros, toreros, picadores, luces y sombras, dramas y triunfos en los cosos ha logrado implicarnos como admirados destinatarios de sus obras. Rando no. Él le dedicó atención a la tauromaquia una sola vez, y tras crear los casi cien dibujos que surgieron de su experiencia los guardó, no los mostró públicamente hasta este año y en esta ocasión, y nunca ha considerado que las obras ceñidas a esta temática constituyeran un  ciclo pertinente ni en su obra y sus devenires ni en el conjunto de su carrera. Picasso, en cientos de ocasiones retrató al público en plena corrida, la arena rodeada de participantes era, al igual que él, real protagonista de la fiesta. No así, no así en el caso de Rando, quien se olvida por completo del público… Eliminé al público, una vez que quise condensar todo lo vivido, me sobraba. En lo que se fija es en… Dejar constancia de todas esas sensaciones que me produjeron el ambiente, los movimientos sobre el ruedo, el colorido, la conjunción de lo masculino con lo femenino, el baile, el beso… y al final, la muerte… Continuemos con las elecciones prioritarias y con las divergencias. 

Rando nunca ha grabado, no le ha interesado como procedimiento para la expresión personal de sus obras. Picasso no cesó de grabar, con toda técnica y modalidad, considerando al grabado una riquísima herramienta creadora, destinándole ciclos imponentes, reconociendo su excelencia y convirtiéndola en innegable e inapreciable divulgadora de sus obras. Y son grabados lo que se muestra en esta exposición. Los motivos no son tan solo los del ruedo. Hay cabezas de toros, toros de cuerpo entero, toros y caballos, picadores, obras mitológicas, banderilleros, mujeres y hombres, desnudos y un linograbado en el que aparece una planta, una especie vegetal inexistente –Planta con toritos– que no hay botánico que pueda clasificar. Rando, en obras únicas, irreplicables, le declara su amor preferente al dibujo y la tinta, a la línea y su impronta, a su expresividad inmediata y su capacidad de impresionarnos sin más posibilidad de reproducción que la que posee el papel único de la memoria del contemplador. Mediante ella, la línea, en pocas ocasiones asistida o, mejor dicho, acompañada por la mancha y el toque de color, sigue y persigue con un trazo para cada dibujo toda sucesión de cuando acontece en su experiencia, con una especialísima captación de ritmo, precisión y movimiento, logrando así fundir en cada obra la mano de la mente captadora y la mano artífice, los hechos y las cosas externas y observables con la interior intención creadora y la nueva –creada, imaginada- realidad.   

La exposición se encuentra enmarcada dentro del programa de alcance internacional que, entre otras cosas, se concreta en un total de catorce exposiciones en Francia, Norteamérica, Italia, Suiza, Japón y España. Un acierto este Encuentro en la arena… del arte. Entre obras sobre un mismo tema que evidencian la diversidad de idiosincrasias, temperamentos e índoles que hay en los universos creadores.