
Benito de Diego González – AICA Spain / AECA
Como presentación del catálogo digital de esta muestra, equipara Esther Plaza, en una epigramática y perspicaz parábola, la tarea del comisario de exposiciones colectivas con la del chef que se afana en cocinar un plato complejo, por sus variados y distintos componentes y sabores. No es idea baladí, ni parangón que carezca de fundamento, ya que combinar obras tan distintas, mundos tan diferentes, como puedan ser las creaciones de personalidades diversas, para que dialoguen armoniosamente, sin que el genio de unas no quede avasallada por cualquiera de las otras, requiere un conocimiento y una sensibilidad más que notables sobre los que se asiente una potente sindéresis sobre arte.

Sobre estas premisas precisa que “Manoli Ruiz, comisaria de espíritu inquieto y fabril, experiencia, buen hacer y voluntad donde las haya, nos plantea en esta ocasión un encuentro con ingredientes de calidad contrastada, sólo hace falta reparar en los currículums de los artistas que ha aglutinado en este menú con predominio de pintura: Charo Crespo y Ana Muñoz y donde encuentra también su lugar la escultura de María Maluenda y los collages de Paloma González Muñoz, la mezcla de estas artistas está macerada dulcemente, encontrando su lugar de lectura cada pieza”.
En nuestro recorrido por la exposición hemos hallado la representación de un potente expresionismo simbolista en las obra de Charo Crespo, que ha encontrado en la Naturaleza paisajes reconocibles por arquetípicos, campos abrasado por el tórrido sol de agosto, paisajes urbanos, …que ha dibujado (o “desdibujado”) mediante diferentes técnicas ernstianas de esgrafiado: sea raspado, sea veladura seca o esfumado y dotados con una rica paleta, colorista y luminosa. Sea cual sea la técnica empleada, el resultado final es el que da sentido a la cuidada obra creativa de la artista, cuadros de los que emanan un atrayente poder exergónico.
Expone la artista figurativa, Ana Muñoz, madrileña, con una larga carrera en la pintura actual, y reiteradamente galardonada, desde que en 1978, obtuviese el prestigioso primer premio nacional de pintura, convocado por la Revista Blanco y Negro.

En esta exposición, Ana Muñoz continúa su trayectoria pictórica por el camino que ella misma se trazó y se sigue trazando en su fructífera diégesis artística, haciendo, como el poeta, camino al andar. Es decir, consolidándose en las señas de identidad de su pintura: Trazos mágicos de vaga melancolía romántica, pletórica de los colores de la naturaleza ubérrima, que ella vive desde el interior de su alma y que desde sus cuadros nos trasmite con su capacidad compositiva y una gran potencia imaginativa, que le permite construir cuadros pletóricos de vida y de y melarquía en sincronía; de luz y de penumbra en coincidencia taumatúrgica: La luz de los cuadros de Ana Muñoz, que está en todos los sitios y en ninguna parte. Colores fríos para unos cuadros pletóricos de calidez y de poesía.
Hablemos ahora de Paloma González Muñoz, hablando con sus palabras: Madrileña, hija de artistas, siempre rodeada de pinceles, óleos, acrílicos, cuadros y subyugada por una vocación irrefrenable hacia el arte, que ha realizado practicando las técnicas “del dibujo, la acuarela y el collage, que le ha brindado la oportunidad de descubrir un nuevo universo expresivo” huyendo del ruido del mundo digital, en el que “apenas somos capaces de diferenciar lo real de lo irreal”, se refugia así, para encontrar sus pulsiones y llamadas interiores, en el collage analógico o manual, que le permite, dice, “observar, tocar y sentir las texturas” de los materiales con los que trabaja, que la introducen en su mundo creativo, alejado el estrépito exterior, donde imágenes y objetos viejos al ensamblarse bajo el impulso creativo de la artista, se convertirán en nuevos objetos, únicos, originales e irrepetibles.

Objetos, estéticamente irreprochables, que por el soplo creativo de Paloma se convierten en intrínsicamente artísticos, que suscitan la pregunta y el ensueño. Pequeñas joyas que simbolizan, historias grandes o pequeñas, y que expresan el amor y el mimo con que han sido concebidas y finalmente realizadas, sin que haya écfrasis capaz de hacer justicia a su virtualidad artística.
María del Rivero Maluenda Gómez, también madrileña, es artista de poliédrica actividad , dedicada al cultivo de la escultura, de la pintura y del grabado, Fuente de su estro creador es, como ella proclama, su entorno y las vivencias que le procuran su relación con ese mundo que la envuelve.
“Materializo lo que fluye en mi interior, transformándolo en presencia, en escultura”, con esta frase sintetiza Maluenda el alfa y el omega de su proceso creador, siempre a la búsqueda infatigable del gesto expresivo, en continua experimentación, poniendo dinamismo a su obra, “dotándola de movimiento, ritmo, gracia, ternura, protección… y fuerza”, empeño con el que ha elaborado las piezas que presenta en esta pequeña muestra de su producción como escultora.
La exposición se prolonga hasta el próximo once de noviembre
