Las artistas toman el centro Botín

Carlos Treviño Avellaneda – AICA Spain / AECA

Desde que Ana Botín tomó las riendas del Banco Santander, la filosofía de la fundación y de toda la empresa se han volcado en temas sociales, especialmente en contribuir con la igualdad de género y concienciar contra la discriminación por diversidad en todos los sentidos (funcional, sexual, identitaria, etc.). La categoría y mérito de estas artistas destierran cualquier idea de trato de favor, no obstante, es muy valorable que se dé voz a la mujer en este y otro ámbitos. 

La labor que la Fundación Banco de Santander está haciendo en la ciudad que le da nombre está poniendo en el mapa artístico a la ciudad. Su buque insignia, el Centro Botín, atrae a los veraneantes y visitantes en los días de lluvia y ha contribuido a la utilización de otros espacios para exposiciones de arte, como el Palacete del Embarcadero o las naves de Gamazo, por no hablar de la colosal restauración del edificio histórico en el paseo Pereda que los rumores ya lo consideran la futura sede de la Colección Banco Santander actualmente en la Ciudad Financiera de Boadilla del Monte que posee obra de Murillo o el Greco a Picasso o Tapies, lo que convertiría a la ciudad en una seria rival para su vecina Bilbao.

Esta última temporada el centro de arte contemporáneo más relevante de la capital cántabra, se ha decantado por exhibir la obra de artistas mujeres. Estos apoyos que potencian la igualdad y luchan contra una invisibilidad muy asentada en la historia del arte son dignos de destacar más aún cuando todavía existen grupos sociales que niegan la existencia de la discriminación y se oponen a cualquier acción que defienda la igualdad de derechos por razón de género (véase actualmente en el deporte el caso Rubiales, los casos de violencia machista y las pequeñas conductas diarias tan asentadas en nuestra sociedad que pasan inadvertidas). 

Dos exposiciones de mujeres, Roni Horn y Eva Fábregas, a las que han dado libertad para disponer de espacios y escoger la obra expuesta, de modo que se convierten en artistas y comisarias. Además, ambas han creado exclusivamente para estas exposiciones y se ha puesto a su disposición toda la complejidad técnica exigían. En el caso de Horn el traslado de esculturas con toneladas de peso, en este sentido, el ascensor/montacargas del Centro Botín es el que más peso aguanta de entre los centros de arte de toda Europa (alrededor de seis toneladas y media, por lo que ha podido instalar las tan pesadas esculturas de Horn, dos de ellas con un peso de 6 toneladas cada una); y en el de Fábregas la apertura de paredes para permitir la expansión de su obra conectando todas las salas.

RONI HORN: ME PARALIZA LA ESPERANZA

(hasta el 10 de septiembre).

Roni Horn (1955), artista visual y escritora neoyorquina basa su exposición, conceptualmente, en el cambio constante reflejado especialmente en la atmósfera y la naturaleza, pero también en los cambios del lenguaje y su interpretación dependiendo de cómo se ordenen frases y palabras plasmadas plásticamente mediante muy diversas técnicas. Los fenómenos meteorológicos y concretamente el mar como metáfora del cambio de la persona o la persona como parte de una naturaleza cambiante conforman el eje de las distintas instalaciones que utilizan la fotografía, el collage, el grabado, la grabación sonora, la escultura, el dibujo en un recorrido que termina en la sala en la que la artista conecta la bahía de Santander y esa atmósfera cambiante (días nublados, lluviosos, sol radiante, etc.) con una instalación escultórica creada exclusivamente para esta exposición.

Esta exposición, Me paraliza la esperanza, es una exhaustiva presentación de la artista diseñada por ella misma como respuesta a la arquitectura del Centro Botín y la bahía. Se inicia con una serie de dúos de retratos que combinan una foto adulta con una infantil o adolescente, con ello Horn comienza un diálogo de contraposiciones que se repite en cada una de las salas. Este primer espacio de bienvenida ya nos habla de las múltiples identidades de la artista y la mutabilidad constante. Las siguientes salas deben ser tomadas como instalaciones, denominadas “Textos”, independientes pero unidas por este hilo de la exploración de la identidad y el lugar, la relación entre la naturaleza y la persona en constante cambio.

La siguiente sala muestra distintas fotolitografías del Támesis, Still Water (The River Thames, for Example), (1999) con imágenes de agua con explicaciones poéticas y humanizadoras de cada una fijándose en los pequeños detalles de cada foto diferenciadas por su color, elementos las modifican (lluvia, reflejos de luz, etc.) plasmando con la fotografía la quietud del movimiento del agua y diriengo todas y cada una de las fotografías hacia el espacio central de la sala en la que se sitúa una delicada gran lámina de pan de oro (creada soldando por compresión múltiples tiras de pan de oro) que muestran igualmente esas ondas acuáticas. La pureza inerte del oro es puesta en relación con el sol brillante se refleja en esta obra, Gold field que, cuando fue expuesta en Los Ángeles en 1992, despertó el interés del artista Félix González-Torres, en el momento en que su pareja Ross Laycock estaba muriendo de SIDA, proporcionándole un lugar de reposo y esperanza por su belleza. A partir de esta obra surgió la colaboración entre ambos artistas.

Still Water (The River Thames, for Example), (1999).

Avanzamos hacia otra sala que inunda las paredes de fotografías de su sobrina, Georgia. Cuatro paredes de las que cada pared es exactamente igual a la que tiene enfrente. Cuadrículas opuestas de 48 fotografías cada una que vuelven a mostrar la mutabilidad con fotografías de Georgia tomadas cuando esta tenía entre 8 y 10 años, y de nuevo las otras dos paredes enfrentadas en la edad adulta. El motivo de esta duplicidad es la de envolver completamente al espectador y permitir el paseo libre por la sala sin necesidad de fijar la mirada siempre en la misma dirección.

A continuación, la sala en la que recuerda a Islandia, país en el que desarrolló plenamente su relación con la naturaleza y estudió la quietud y el constante cambio que se produce en ella reforzado por su contacto pleno al vivir en una tienda de campaña en la naturaleza durante un año y, posteriormente, seis meses aislada en un faro. Es allí donde empezó a desarrollar las grandes esculturas de vidrio en los años 90 que le han dado mayor fama. Para ella pertenecen al mundo de naturaleza y la geología (actualmente trabaja con talleres de Suiza y Alemania). El vidrio es un material ambiguo que existe en estado sólido y líquido, aludiendo a las propiedades mutables del agua que está en perpetua transición. A nivel molecular el vidrio sigue durante décadas en movimiento, aunque nuestra visión no nos permita apreciarlo. Para crear estas dos moles de seis toneladas cada una, Horn vierte el vidrio coloreado (siempre con pigmentos naturales) y en un proceso de relleno y enfriado que dura meses. De nuevo la mutabilidad, la naturaleza, la identidad y la dualidad (dos son las esculturas). La identidad se muestra en la imperfección puesto que Horn en este proceso de recocido quiere que se aprecien rastros del molde en los laterales y en la parte inferior de las esculturas, quiere que sean piezas únicas como somos las personas, fuera de la normatividad, con su identidad, con imperfecciones y características únicas, llevando este concepto a la materialización al crear un fuerte contraste entre la parte superior totalmente lisa, brillante y transparente, y la inferior y lateral translúcida, tosca y sin pulimentar ni tratar. De nuevo su arte conceptual nos traslada a una interpretación personal sobre lo exterior y lo interior en la persona, la identidad, lo mutable, etc.

Sala “TEXTO 6”. Untitled (“She was frightened of mice, snakes, frogs, sparrows, leeches, thunder, cold water, draguhts, horses, goats, red-haired, humans, and black cats…”), (2013-2015).

La siguiente sala está dedicada a la mutabilidad en la interpretación lingüística y el color, con una serie de una treintena de dibujos enmarcados de igual modo y tamaño, pero pintados sobre papeles irregulares que, con el mismo motivo, la palabra rose y su plural se combinan con otras como smelling, pose up, coming up, etc., de modo que va variando la tonalidad pasando por toda la gama dando la sensación de un arcoíris general en toda la sala. 

La sala llamada “Texto 7” se divide en tres partes. Dos paredes están totalmente decoradas con collages, dibujos, citas, comentarios informales, noticias, sucesos meteorológicos, impresiones, fotos, etc., recopilados durante 14 meses (2019-2020) de tamaño A4, aproximadamente, perfectamente colocados de manera ortogonal, como si fuera un diario del que se han separado todas las páginas y se han colocado para ser contempladas sobre la pared. En este recorrido intuimos distintos estados de ánimo, imágenes similares con comentarios distintos, fotos del Empire State building en distintos momentos del día, fotos de actrices con pequeños textos o comentarios que varían completamente el significado de la imagen, folios simplemente con un color que muestra el estado de ánimo de ese día, etc., de nuevo la identidad, el cambio personal, los juegos semióticos, la lingüística, las variaciones atmosféricas y su influencia en los estados de ánimos, etc. Una obra fruto de la pandemia y el confinamiento, de la soledad y la introspección.

Frente a estas dos paredes, se encuentra otra que parte del arte colaborativo tras la recopilación de frases a petición de Roni a distintas personas, las trasladó con la técnica del grabado mezclándolas y superponiéndolas para ahondar en los juegos de palabras, deconstrucción y construcción del lenguaje. Las frases convertidas en imágenes con identidad propia como elementos iconográficos, dando importancia al significado y creando una obra de arte visual con los significantes.

Este espacio tiene un pequeño anexo separado por un cortinaje con dos bancos para que el espectador se siente frente a la cristalera que le suspende sobre la bahía y pueda escuchar la voz de Roni reflexionando durante 40 minutos sobre la capacidad del agua de posibilitar la vida y destruirla, una obra grabada en CD en 2001, fruto de su faceta escritora y la acción performativa de su lectura.

Instalación escultórica creada en exclusiva para esta sala del Centro Botín.
Instalación escultórica creada en exclusiva para esta sala del Centro Botín.

El fin de la exposición nos aguarda con una sorpresa, la instalación escultórica creada para esa esta magnífica sala acristalada suspendida sobre la bahía. La obra está formada por nueve esculturas circulares de vidrio coloreado con pigmentos que le han inspirado los tonos del agua y el cielo de la bahía (azules, blancos, negro y violetas) y se unen con ellos gracias a la pared acristalada. Cada una de las esculturas pesa una tonelada, por lo que la sala soporta nueve toneladas de peso sobre su estructura. La artista juega con sus esculturas translúcidas e imperfectas (que las hacen únicas) de los moldes sobre los que se han ido enfriando, la trasparencia total y lisa para que la luz y los fenómenos atmosféricos se fundan con sus esculturas: días soleados, nublosos, lluvia, brumas y nieblas, penetran en la sala visualmente a través del cristal creando una instalación mutable que culmina y reafirma más exclusivamente aún todo la fuerza del concepto que la artista está transmitiendo en toda su obra. 

ENREDOS: EVA FÁBREGAS

(hasta el 15 de octubre)

Desde 1993, la Fundación Botín concede becas artísticas con el fin de apoyar y promocionar a artistas en sus proyectos creativos, de investigación y formación. Al terminar la beca se realiza una exposición colectiva, Itinerarios, y se publica un catálogo. Además, la fundación adquiere para incluir en sus fondos una de las obras expuesta en esta exposición.

Pero la relación de la Fundación no termina ahí, sino que ya se crea un vínculo que es precisamente el que ha dado como fruto esta exposición en la que la artista barcelonesa Eva Fábregas (1988), que actualmente reside en Londres y mereció la beca en 2013, haya tenido la oportunidad de organizar una exposición en la que ha escogido obras de otros artistas adquirida por la fundación para “enredarse”, dando como fruto una exposición realmente cautivadora en cuanto a su concepción y resultado, que facilita y acerca el arte actual a todos los públicos (familiar, entendidos, etc.). Existe un hilo conductor, no solo conceptual, sino físico que convierte la visita es una experiencia incluso lúdica que también se acrecienta con el sentido sinestésico que logra la artista (puesto que se trata de proporcionar sensaciones táctiles desde la mirada).

Cada espacio se concibe como una instalación de Fábregas y otros artistas, exceptuando la primera y última sala, que están dedicadas únicamente a la protagonista. 

En la primera sala la declaración de intenciones se materializa con elementos inspirados en organismos vivos, una suerte de bolas de plástico abiertas con rastro textiles (como si se tratara de medusas) que se distribuyen por la sala y parecen cobrar vida. En la pared, la obra Polifilia acompaña a estas formas con la muestra de un gran número de pequeños cuadros de formato vertical que forman un conjunto colorido cuya temática es la de formas orgánicas que recuerdan elementos acuáticos (tentáculos, algas, etc.) y partes de organismos que no existen. Su visión también nos lleva a imaginar su textura, provocando en algunos casos ganas de tocar por su suavidad y, en otros, rechazo.

En la segunda sala comienza el diálogo con otros artistas. Por un lado se encuentra el comienzo de la macro escultura de Fábregas que recorrerá todas las salas mediante la apertura de orificios en las paredes que recuerda una especie de intestino o gusano gigante formado por estructuras redondeadas unidas por una cobertura de tela que da aspecto plástico, suave y blando, provocando el deseo de tocarlo, por otro lado el diálogo con las artistas Cabello/Carceler y su Archivo Drag, en el que reinterpretan la masculinidad en diversas películas e imágenes del cine: Billy Elliot, Pitch Black, Rebel without a cause, Brokeback Mountain etc., en las que se juega con la identidad de género mediante la inclusión de modelos trans y drags kings que sustituyen a los actores originales. A través de una cortina, se accede a una sala con una proyección de videoarte, Os ajudantes, de Sara Ramo, segundo de una trilogía de filmes cortos de esta artista multidisciplinar que en este caso de centra en performances de música ritual de Brasil. Disfraces, máscaras, sonidos y misterio aparecen en la nocturnidad de un bosque que prduce miedo e inquietud y termina, tras unos 17 minutos, en un amanecer agradable del bosque con canto de pájaros para reconfortarnos y recordarnos que “no pasa nada” ni hay que temer. Lo sensorial, en este último caso el sonido, junto a la transformación exterior del cuerpo a través del género, en el de Cabello/Carceler, dan sentido a este comienzo de esa gran forma orgánica de Fábregas que va a acompañarnos a través de toda la exposición.

Espacios 2 y 3, con la obra de Fábregas y las de Cabello/Carceler (Izda.) y David Bastué (Der.).

En el tercer espacio, la forma orgánica alargada de la artista se une al bosque Esculturas de flores (2022), obra compuesta por varias piezas creadas por David Bastué durante su estancia en la Academia de España en Roma continuando con la idea de materiales y formas orgánicas. Unas están creadas con materiales blandos que se transforman con el paso del tiempo: papel maché, pétalos de flores, cera, frutas, etc., pero que tienen apariencia de escultura que busca la eternidad clásica de piedra y los restos arqueológicos. Cada una muestra una parte del cuerpo de su pareja (tobillo, curva de la espalda, muslo, etc.) con un erotismo que se manifiesta en la la concepción escultórica del artista acariciando el material a la hora de crear.

Nuestro recorrido nos lleva al “Espacio 4”, en el que Fabregas une al grueso de los artistas y encontramos elementos que se enredan sobre la propia sala, con sus paredes, continuando con el hilo conductor de lo orgánico. Su gran intestino atraviesa la pared desde la sala anterior y de nuevo penetra por otro agujero siguiendo su camino. El primer enredo de esta sala es con Leonor Antunes, en la que una escultura ligera realizada con cuerda de cáñamo que recorre el techo y de la que cuelgan arneses de cuero que conforman el espacio en el que el espectador se mueve y que proyectan sombras creando un espacio espectral en homenaje al proyecto de Club Hípico de Turín del arquitecto Carlo Mollino. De Sara Ramo es una grieta que recorre la pared del suelo al techo de la que salen pequeños objetos brillantes. Asier Mendizábal contribuye con cinco fotografías que exploran a través de esta disciplina las cualidades escultóricas de los escálamos de góndolas venecianas, un elemento funcional que extraído de su contexto. Nora Aurrekoetxea, por su parte contribuye con un tríptico en el que reflexiona sobre arquitectura y ornamentación. Gabriel Orozco recontextualiza en sus fotografías elementos cotidianos, que se inscriben en la materialidad de los hinchables de Fábregas.

Al salir de esta sala se llega a un pasillo por el que atraviesa el gran gusano de Eva, se llega al Espacio 5, una sala con luz natural acristalada en la vertiente que da a la bahía en la que encontramos el final de ese largo intestino que atraviesa la pared para llenar toda la sala de formas orgánicas de llamativos colores que se mueve levemente que “respira” y “tiene pulso”, que llama a acariciarla suavemente. 

Oozing (2023). Escultura que recorre toda la exposición.

Bombon Projects ya sorprendió en la Feria de ARCO Madrid 2023 con una obra de Fábregas mucho más reducida que en esencia es muy parecida puesto que juega con este tipo de formas y materiales plásticos y telas que invitan a tocar la obra. Oozing, está lleno de aire encapsulado en cada una de las múltiples formas redondeadas que se enredan creando un gran sistema orgánico que va cambiando con el tiempo y solo puede descubrirse con visitas en distintos días. La visita a este espacio impresiona gratamente a todo el que entra en él, especialmente a los niños puesto que invita a ese tacto amable de formas redondeadas que recuerdan a juguetes.

La apuesta del Centro Botín en esta última temporada ha sido un completo acierto. A ello hay que sumar el placer de disfrutar de la colosal obra arquitectónica y su emplazamiento.