
Gianna Prodan – Miembro AICA Spain / AECA
Escribo estas líneas desde la amistad que me unió a esta gran mujer que ha sido Amparo Martí Tió actualmente tan olvidada a no ser por cuantos estudian aún el arte del siglo XX o por quienes nos honramos con haber sido sus amigos.
Pero una razón primordial también, para que nuestra Asociación de AECA la recuerde, es porque Amparo Martí, juntamente con Leoncio García Anguita, ha sido cofundadora de la Asociación Profesional de Críticos de Arte yredactora también de sus primeros Estatutos, por directo encargo de AECA.
Aparte de sus muchos méritos en el campo del arte, quiero destacar su valiente personalidad y el espíritu de libertad con que ha conducido su vida. Muy religiosa como era, sin embargo, no ha dudado en enfrentarse en su momento también con algunos estamentos religiosos. Casada, y ya madre de dos hijos, no dudó en separarse de su marido, por muy católica que fuera, haciéndose cargo de sus hijos y asumiendo, también esta vez, directa y personalmente, todas sus responsabilidades con el único apoyo de su fe y con la fuerza de su ánimo. Solo al final de su vida, ya mayor, la temprana muerte de su hijo Alfonso logró quebrar ese espíritu.
Licenciada en la Faculta de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia, y en Teología en la de Navarra, empezó su andadura a partir de un primer trabajo en Neguri, pero despegando completamente sus alas tras ser nombrada directora de la madrileña Galería Neblí.
Eran los años sesenta y España empezaba a lanzar sus primeras miradas hacia la modernidad y la renovación del arte. En ese momento encontramos ya a Amparo Martí al lado de otras dos inolvidables mujeres, absolutamente esenciales en la historia del arte de aquella década: Carmina Abril y Juana Mordó.

Aunque hoy son ya muy pocos los que recuerdan a esas tres mujeres, en una especie casi de damnatio memoriae, sin embargo no se puede hablar del arte del siglo XX sin mencionarlas.
La misma Amparo, con ese espíritu sagaz y lúcido que la caracterizaba, recordaba cómo, aún escasa de experiencias artísticas, fue casi catapultada a dirigir la Galería Neblí pues hasta entonces no había visto aún un artista vivo. Recordaba con cuanta desconfianza fue acogida por los artistas la primera vez que tuvo que organizar una exposición y como aquéllos, seguramente para ponerla en apuros, la invitaron a seleccionar ella misma los cuadros para la exposición. Todavía no se cómo lo hice – me confesó-, pero tuve que acertar, pues me les gané enseguida; seguramente mostrando una seguridad que distaba mucho de tener.
Al poco tiempo la Galería Neblí se había convertido en el punto de referencia de la renovación artística y cultural del momento. Allí se expuso la obra de Manolo Valdés, de Pancho Cossío –con el que le unió siempre una gran amistad- cuyo primer cuadro fue vendido al cineasta Samuel Bronston que por aquel entonces estaba en Madrid rodando la película de 55 días en Pekín.
Entonces en Neblí se pudieron ver también las obras de Jasper John, de Ramón Soto, José Planes, Lucio Muñoz -que fue ganador del primer premio Neblí-, de Juan José Gómez Molina, de Venancio Blanco, José Hernández, Elvira Alfageme, Francisco Peinado, Ángel Orcajo o de Hans Hartung, siendo esta posiblemente la exposición más importante que allí se realizó.
Mientras se organizaban tales exposiciones, la galería se había también ido trasformando en un vivísimo centro de reunión: se presentaban libros, se daban ciclos de conferencias, siempre contando con los críticos más prestigiosos del momento, y cada domingo por la mañana, alrededor de unas patatas fritas y unas copas de vino, se celebraban unos seminarios preferentemente sobre el tema de la integración de las artes. Reuniones a las que solían acudir tanto los críticos y los artistas de la galería como otros jóvenes artistas, músicos, actores, arquitectos y estudiantes universitarios, siendo muy frecuente la presencia de Gregorio López Bravo, Lucía Bosé, José María Ruiz Gallardón, etc.
Al calor de esa idea de la integración de las artes, pintura, escultura, filosofía, música, vida, letras, etc., poco después surgía la Revista-boletín Integración de las Artes en cuya redacción participaron Pablo Escandela, Ramón Soto, Elisa Gómez Molina, Malena, Pedro Antonio de Urbina, etc.
En los veranos de 1966 y 1967 la acción de Neblí se extendió a Torremolinos al mismo tiempo que se organizaba un curso en el ferry que unía Bilbao con Southampton. Siendo nombrada Amparo Martí por el Ministerio de Información y Turismo comisaria de una exposición en la Cámara de Comercio de Frankfurt consiguió proyectar a sus artistas también en Alemania y Holanda.
En aquellos tiempos se fraguó su amistad con Fernando Zóbel que, a la sazón estaba reuniendo su colección de arte español. Según me contaba fue precisamente Zóbel quien le sugirió apostar decididamente por el arte vanguardista al mismo tiempo que dirigía su atención también hacia el arte naïf, arte al que posteriormente Amparo Martí dedicaría gran parte de su vida.
Cierta tarde, nuevamente en la Galería Neblí, vino a conocer casualmente al entonces presidente de la Diputación de Madrid quien se mostró muy interesado en enseñarle los dibujos de un dependiente de la diputación, un albañil de sobrenombre Boliche, que pintaba unas cosas muy raras. Eran unos dibujos curiosos, llenos de fantasía, de ingenuidad y de frescura que supusieron para Amparo Martí todo un descubrimiento.
La exposición de Boliche en Neblí fue todo un éxito.
-Y pensar- decía él viendo que se pagaban a dos mil pesetas cada uno de sus dibujos- todos los bocadillos que mi mujer ha envuelto con mis dibujos.
Otra exposición novedosa fue la del alfarero Fernando Roche de Navalcarnero quien además de los tradicionales cacharros para la venta forjaba unas pequeñas piezas de extrañas formas y gran originalidad inspiradas en la época y la vida de Séneca. Fue así que también las piezas de Fernando Roche Amparo Martí terminó difundiendo por New York, por Caracas y Panamá.
Pero esas actividades demasiado innovadoras terminaron preocupando a los propietarios de la Galería Neblí tanto que en 1969 pensaron cerrarla. A la directora le propusieron la posibilidad de un trabajo muy distinto, cosa que ella, ya muy comprometida con sus artistas, rechazó muy valientemente.
Ni siquiera este tropiezo consiguió minar el temple de Amparo Martí que, llena de ánimo, continuó desplegando su actividad con otras compañías como la Sociedad ERTI S.A o dirigiendo, en 1970, la Galería Ramón Durán de la calle Serrano, la sala Althogar de Bilbao o montando sus exposiciones en el Hotel Manila de Barcelona.
Ya directora de la madrileña Galería Ramón Durán reemprende tanto los ciclos de conferencias interculturales -siempre inspiradas en la integración de las artes- así como las exposiciones de arte naíf, aunque en aquel momento resultaba todavía demasiado novedoso y por lo tanto malamente comprendido en Madrid. En efecto la misma exposición de Miguel García Vivancos, ex jefe militar del Ejército Republicano en la Guerra Civil y a la sazón refugiado en Francia -cuyas obras habían alcanzado ya gran notoriedad en ámbitos internacionales- tristemente no consiguió aquí un gran resultado.
Pero ni con eso la actividad que Amparo Martí despliegó a favor del arte naïf conoció un desfallecimiento. Descubre y expone a María Pepa Estrada, a Rosario Areces, a Isidoro Carrascal, a Mercedes Barba, etc., mientras, gracias a ella, el interés por el arte naïf en Madrid va creciendo cada vez más.
En 1979 pública, juntamente con Vallejo Nájera, dos libros sobre el naïf y en 1979 muestra, con un gran éxito, Nueve pintores naïf españoles en la Casa de España en París.
Tras dejar la dirección de la Galería de Ramón Durán y, contando ahora con la colaboración tanto de la Comunidad como de la Caja de Madrid, siguió incansable en la promoción de esta peculiar faceta de arte tanto es así que en 1979 crea, juntamente con Nuño Lima de Carvalho, el Salón Ibérico de Arte Naïf, organiza diversas muestras de pintores portugueses en el casino de Estoril y varias exposiciones más de los naïfs españoles tanto en la Casa de España de París como en varias ciudades francesas.
En 1990 intervino también en la creación del Museo de Arte Naïf de Jaén.
Más tarde, tras el creciente interés que se iba despertando en España hacia este arte, en el año 2000 Amparo Martí empieza a organizar el Certamen de Arte Naïf Español que se celebraba en el centro Cultural Galileo; certamen éste que pasó a ser de ámbito internacional desde el año 2005 hasta el 2008 cuando, tristemente, se dejó de convocar.
Tampoco esto llegó a interrumpir la actividad de Amparo Martí que siguió organizando exposiciones de arte, entre las cuales no faltaron nunca las dedicadas al arte naïf, coronando así tanto su vocación como los propósitos artísticos de su vida, de los que ella misma dijo estas palabras: Propósitos con los que creo haber cumplido.